Heliogábalo o el anarquista coronado Antonin Artaud

 

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LA CUNA DE ESPERMA

 

 

 

            Si en torno del cadáver de Heliogábalo, muerto sin sepultura, y degollado por su policía en las letrinas de su palacio, hay una intensa circulación de sangre y excrementos, en torno de su cuna hay una intensa circulación de esperma. Heliogábalo nació en una época en que todo el mundo se acostaba con todo el mundo; y nunca se sabrá dónde ni por quién fue realmente fecundada su madre. La filiación de un príncipe sirio como él se establece por las madres; y en lo que a madres respecta, hay alrededor de ese hijo de cochero, recién nacido, toda una pléyade de Julias; y ejerzan o no en el trono, todas esas Julias son meretrices de alto vuelo.

            El padre de todos, la fuente femenina de ese río de estupros e infamias, debe haber sido cochero antes de sacerdote, ya que de otro modo no se explicaría el encarnizamiento de Heliogábalo, una vez en el trono, en hacerse encular por los cocheros.

            El caso es que la Historia, remontándose por el lado femenino a los orígenes de Heliogábalo, tropieza indefectiblemente con ese cráneo chocho y desnudo, con ese coche y esa barba que en nuestros recuerdos componen el rostro del viejo Basianus.

            El hecho de que esta momia sea oficiante de un culto no condena a ese culto, sino a los ritos imbéciles y despreciables a que ese culto había quedado reducido por obra de los contemporáneos de las Julias y los Basianos, y por la Siria del naciente Heliogábalo.

            Pero desde el momento en que Heliogábalo niño aparece sobre los peldaños del templo de Emesa, ese culto muerto, y reducido a osamentas de gestos, al que se entregaba Basianus, recupera por debajo de las creencias y los revestimientos, su energía de oro concentrado, de luz pulverizada y victoriosa, y vuelve a ser milagrosamente activo.

            En todo caso este antepasado Basiano, apoyándose en una cama como sobre muletas, hace esas dos hijas, Julia Domna y Julia mesa, con una mujer ocasional. Las hace y bien. Son hermosas. Hermosas y preparadas para su doble oficio de emperatrices y rameras.

            ¿Con quién hace estas hijas? Hasta el momento actual la Historia no lo dice. Y nosotros admitiremos que esto no tiene importancia, obsesionados como estamos por las cuatro medallas con las cabezas de Julia Domna, Julia Mesa, Julia Semia y Julia Mamea. Ya que si Basianus hace dos hijas, Julia Domna y Julia Mesa, Julia Mesa a su vez hace otras dos: Julia Semia y Julia Mamea. Y Julia Mesa, cuyo marido es Sextus Varius Marcellus, pero sin duda fecundada por Caracalla o Geta (hijo de Julia Domna, su hermana) o por Gesius Marcianus, su cuñado, esposo de Julia Mamea, o quizá por Septimio Severo, su cuñado segundo, trae al mundo a Varius Avitus Basianus, más tarde apodado Elagabalus, o hijo de las alturas, falso Antonio, Sardanápalo, y por fin Heliogábalo, nombre que parece ser la feliz contracción gramatical de las más altas denominaciones del sol.





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