Después del estereotipo; ¿qué?
Por: Martin Cahais
Explotar es un instante único, la acción del
nervio más libre que tenemos ¿Qué estábamos escondiendo para que las llamaradas
broten en un ataque violento? El silencio cotidiano es como una garrafa, llena
de gas silencioso que sólo espera una chispa y revienta. Retroalimentación de
sustancias y efectos, tan comparables con la percepción humana que asusta; la
atmósfera se quiebra y todo explota. Ante la ira no existe oposición. La
violencia, aplicada en buenas dosis, puede hacer lo imposible.
Bailan todas nuestras hormonas, perdemos la
visión y nos movemos con una fuerza incalculable. Adrenalina ¿en dónde
encontrará dosis mejores? Todo es sustancia, toda sustancia se mezcla con
nuestro cuerpo; somos droga constante, y la droga es violencia. Lo que importa
es la dosis; no debe ser letal, no debe ser un tiro por la culata
¿Y la sobredosis de ira? ¿el exceso en la violencia?
No nos corresponde, como espíritus, el
cálculo. Es innecesaria cualquier definición de los efectos, las causas;
excepto las propias, a modo de fuga.
La sobredosis no existe, el exceso es una
estimación; pero la carencia implica sumisión. La abstinencia es un valor para
los oprimidos, un secreto a viva voz cuando se comete una falta, y acaba siendo
putrefacción cuando no salen los deseos, cuando no quebramos el disfraz para
decir, llenos de ira, “acá estoy, me tienen harto”.
Sobre cómo permanecer en estado de ira
Detenerse. La ira, cuando logra ver el
camino, es tan peligrosa como una bala. Tiene el sigilo de la loba, el peso de
la mejor leona. Gana siempre, no conoce la derrota; pues siempre pone las
reglas, hace trampa y es impune.
La ira no es violencia boba, no muerde si no
es por placer, lo mismo con la muerte. La ira contiene prudencia, es capaz de
sí. Como cualquier droga. No recibe aplausos, es calumniada y puesta en boca de
dios y el diablo. Transitan a dios, como a cualquier humano, lo mismo al
diablo, cualquier religión lo hace, cualquier cultura, todo pueblo. Es tan
palpable como la vida y la muerte, indescifrable como el amor, caliente como el
odio más fuerte.
El estereotipo se rompe, no pertenecemos al
obrero de sol y sombra ni al tirano del gobierno. Olvidamos a dios como a los
muertos se olvida. Nos temen, la ira es causante de pánico; el iracundo derriba
al humano.
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