Una Carta bajo la manga

 sobre lucha y rebelión

 

 

 

¿Qué sería de nosotros sin la lucha? La fuerza más humana posible, única capaz de enfrentar al gran monstruo que se recicla todo el tiempo. La lucha es golpear, agrietar, a sabiendas de que los gigantes no caen como en los cuentos, sin defraudarse por no ser capaz del crimen ideal.

 

La sátira es burla contra ese poder, el delito una muestra de coraje si es que atenta contra el cielo y no se pudre con la muerte de otro cuerpo. La furia siempre debe dirigirse hacia el ojo divino, de otro modo es perder el tiempo, trabajar para el patrón.

 

Por principios, el demonio es un travieso. A pesar del Omnipresente, del sentimiento que conduce a pueblos enteros, sin la esperanza de que algún día caiga Dios, pues no busca lograr hazañas tiránicas, históricas. La travesura del Arlequín se desarrolla con tramas intrincadísimas, obteniendo resultados de lo más extraños que sólo el maléfico es capaz de describir.

 

La rebelión fue siempre un tema de pocos, sin rédito económico y abrigada con la esperanza de vencer a un gigante, nada más. Porque el clamor por la libertad no le es propio a un rebelde; este vive sin acuerdos, no tuvo par en el Arca. Quien agite una bandera, o cante himnos de gloria, será ajeno al pueblo, aunque en su nombre se identifique cuando vomita la patria que tragó al nacer.

 

El demonio te escribe y te canta, no da un paso sin dibujar al menos un espiral; su andar parece frenético, pero es un ir y venir constante, inagotable porque transgrede incluso después de morir y convertirse en un clavo oxidado. Habrá que pensar muy bien cómo engañar al tonto después de que el mundo haya conocido una de sus bromas. Agazapado, se tapa la boca y ríe bajito, a la espera del momento indicado para clavar el colmillo.

 

Mientras el trono dice estar en disputa y un par de caretas finjan pelear por nosotros como aquel amigo de la primaria que se para de manos cuando a un pibe más frágil lo acosan sus compañeros. El político jamás peleará por vos, el puntero tampoco, el filósofo de turno está cobrando un sueldo para chamuyarte más y más, venderte un stand up y cobrar. El poder demuestra su gusto por la remuneración con cada forro que nos vende.




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