Presencial o virtual, la escuela es mierda igual - Una nota en pandemia de Martín Cahais

 Presencial o virtual, la escuela es mierda igual


Hoy el mundo tiene la evidencia más grande sobre el funcionamiento de la educación. Nada bueno sucede en la escuela, en el mejor de los casos, y nada de nada para después. Contenidos flacos, repetidos, que se lucen para recordar las fechas patrias y obligaciones sociales, pero vuelven a caer cuando algún chico manifiesta sus emociones y fantasías. La escuela, presencial o virtual, está atrapada entre dos modelos políticos que no tienen nada que ver con las personas, mucho menos con los chicos. La política, mediante su institución formadora, es una asesina de lo fantástico.
La escuela aburre, aleja a los chicos del interés por las manifestaciones naturales y todo tipo de conocimiento. La ciencia pasa a convertirse en una forma de religión y pierde la brújula. En la escuela no hay magia posible, no valen los sueños (excepto para una tarea estúpida que requiera evocar viejas fantasías) y arruina el placer de la lectura.

La cola del diablo es en verdad el dedo político.

Los sectores progresistas, con modelos educativos similares a las propuestas de la ONU, celebran la inclusión de los estudiantes y las ventajas sociales que significa haber ido a la escuela. Por otro lado, los sectores de costumbres conservadoras y prácticas económicas liberales, proponen una educación excluyente en la que el precio hace la diferencia. Podríamos considerar que existen dos modelos educativos antagónicos desde la perspectiva práctica y futura, mas vemos que no hay diferencias, porque todo culmina en la cotización, más bien fabricación del individuo.
Esta teoría no es otra cosa más que una voz perdida entre afirmaciones idénticas hechas por cualquier pensador que tratara el tema de las masas y el dominio; por eso tratamos de definir el aspecto desde este momento particular de la historia.

Kant, en una de sus conferencias, explica que la educación es el método de la humanidad para, de un modo u otro, domesticar la animalidad del hombre. Luego afirma que la escuela no tiene la función de formar, de hacer conocer la ciencia y el mundo, como se dice, sino que tiene como único fin la formación de la nueva humanidad, basada principalmente en la dominación del animal que supimos ser. Lo salvaje, para Kant, es inferior al hombre. Si bien el conferencista celebraba la función del sistema educativo como un progreso de la humanidad y ponía en manos del educador y la familia toda la existencia del niño a domar, uno sólo puede asquearse de esta idea. El mecanismo, igualmente tratado por muchos escritores y maestros del pensamiento, y ahora replicado entre aquellas personas que se consideran hijos del rigor (¿mortis?) … este mecanismo ha quedado chico para las nuevas intenciones de un Estado que cambió de piel y ya no es un aliado de las viejas iglesias, sino que tiene como dioses a dos viejos conocidos; la inclusión y el comercio.

Los chicos que hoy cursan la escuela pública tienen dos opciones para el futuro; conseguir un empleo precario o terminar los estudios y convertirse en un profesional. La cuestión de los salarios dependerá del patrón, el Estado no regula esas cosas porque toda regulación le impide generar ingresos (a menos que dicha regulación le permita conseguir más dinero o poder). El pibe que no va a la escuela y está trabajando o pidiendo limosna sigue así hasta que consiga un trabajo o quede totalmente expulsado de la actividad comercial. La inclusión, en estos casos, radica en encarcelar a estas personas o bautizarlas como enfermos.

Reemplazo de la escuela.

Al gobierno le falló algo durante décadas, más bien, desde que empezó la escolarización. Pero hay ciertos indicios que nos dejan ver cómo la implementación de muerte que se logra en la escuela es lanzada también para adultos y adolescentes; analfabetos, adictos y presos con libertad condicional.

Las nuevas iglesias escolares.

Una secta que se convirtió en legiones de fieles y guerras de lo más sangrientas, así comienza el mundo a volverse cristiano. Sus detractores son cada vez menos porque la religión cristiana sabe desfragmentarse y volverse a pegar. Hoy no hace falta ir a la escuela para ser útil al poder, basta con volverse testigo de jehová, asistir a la iglesia universal o continuar con la tradición católica. Si bien la mayoría de los nuevos cristianos (testigos de jehová, adventistas, etc.) son pobres, la idea de trabajar, implícita en el cristianismo, es fundamental para estos fieles. Trabajar eternamente. Hasta que el cuerpo se marchite y los sueños parezcan tontos. Al pie de la muerte se jubilan las personas, y ya aprendieron a temerle al reloj y educaron hijos bobos que seguirán sus honrados pasos.
Para el ateo de Facebook hay un espacio, pues el ridículo no discrimina. Las redes sociales, no consideradas como un medio de comunicación, sino como una muestra de la vida muerta. La imagen es el epicentro y las ideas un producto. Todo se vende, todo levanta el ánimo de los vacíos.

Mientras tanto, los políticos nos hacen creer que se preocupan por lo que pasa con la educación y cómo ésta será, en un futuro no muy lejano, un andamio para la sociedad. Si lo pensamos desde hoy (haciéndoles el favor de omitir años y años de nada), veremos que los sueños de los chicos terminan en la mejor conectividad posible para convertirse en estrellas de lo bobo, y no se puede pedir más; después de todo, los chicos imitan a sus adultos.




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